domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Tan mal estamos? Suspenso a los políticos

Javier Marías no ha dejado títere con cabeza en el panorama político español del momento en su artículo de hoy en El País Semanal. Se alinea así con esa mayoría de españoles que, de acuerdo con las encuestas del CIS y de otros institutos demoscópicos, suspenden sin piedad a la clase política de nuestro país, que es vista más como un problema –el tercero en importancia– Tan sólo ha salvado a Rubalcaba, Rato y Solbes. Todo un rapapolvos público con el que seguramente se identificarán muchos lectores.

Insustanciales, engreídas, redichas, iletradas, presuntuosas, cerriles, envanecidas, desvergonzados, chabacanas, iluminados, fatuos, melifluos... Son algunos de los calificativos, con sus correspondientes nombres adjudicatarios, con los que Marías se despacha a gusto, sin diferencias de color político: PSOE, PP, CiU, PNV, UPyD.

¿Tan mal estamos? ¿Tenemos los políticos que nos merecemos? ¿Es más bien un defecto del sistema? La política, en su estado actual en España, es lógico que no atraiga a "los mejores". Hay muchas razones: los independientes tienen difícil cabida y a menudo acaban desengañados volviendo a sus quehaceres profesionales anteriores; en la empresa privada se pueden tener mejores sueldos e incentivos y se pierde menos el prestigio y la credibilidad; el cortoplacismo al que obligan las elecciones impide realizar proyectos de largo alcance; la exposición al público no es tarea fácil de llevar.

El cainismo y la endogamia parecen haberse convertido en señas de identidad de esta ¿profesión? Sí, lo pongo entre interrogantes porque quizás es otro de los problemas de imagen, pero también y más profundamente de contenido, de los políticos: haberse convertido en una profesión endogámica, un coto cerrado al que es difícil acceder y donde bastantes veces impera el agradar al jefe sobre el servicio público que se le debería suponer. No vendría mal que los políticos con responsabilidades de gestión pública mínimamente importantes se vieran obligados a adquirir una formación específica sobre habilidades de gestión directiva, políticas públicas y comunicación. Nos ahorraría muchos sinsabores.

ABC: Directores que vienen y van

La historia de los medios de comunicación no tienen leyes matemáticas que la rijan, pero la experiencia dice que uno de los factores que mejor refleja la existencia de problemas en cualquiera de ellos es el rápido relevo de quienes están a su frente en puestos directivos. Al hablar de la prensa diaria, la sucesión de directores en un período de tiempo relativamente corto es uno de esos síntomas.

La historia de ABC desde la salida de Luis María Anson como director en 1997 es una buena muestra de ello. Desde entonces acá han sido directores: Manuel Giménez-Alemán, José Antonio Zarzalejos, Ignacio Camacho, Zarzalejos en una segunda etapa, Angel Expósito y, a partir de este mes de septiembre, Bieito Rubido. Entretanto, además, se produjo la compra del rotativo por el grupo Correo (hoy Vocento) varios rediseños y relevos también en la cúpula empresarial, especialmente en el puesto de consejero delegado.

La falta de estabilidad en la dirección y en la empresa inevitablemente implica variantes en los rumbos y en las metas, además de la lógica desorientación de los periodistas que hacen el periódico... y de los lectores, que son pieza clave para el sustento de cualquier diario, y más aún en tiempos de crisis como los actuales.

"ABC ya no es lo que era", se oye en más de una ocasión. No se puede vivir sólo de la historia, por supuesto, pero un diario centenario como el fundado por Torcuato Luca de Tena ya demostró su capacidad de supervivencia en escenarios políticos tan diversos como los que dio de sí la agitada historia de España en el siglo XX. ¿Será capaz de remontar el vuelo? O lo que es lo mismo: ¿conseguirá una mínima estabilidad y una capacidad de liderazgo interna, en la dirección y en la gestión, que sustente y potencie un proyecto verdaderamente "definido"? Habrá que esperar. Las circunstancias externas (políticas, económicas, sociales, periodísticas) no ayudan, desde luego, pero son aún más importantes las internas. ABC lleva trece años navegando sin un rumbo claro. Por historia y tradición, todavía hay que darle crédito.