lunes, 30 de enero de 2012

Indignados con El País

El artículo-reportaje sobre el entorno de la candidatura de Chacón, aparecido ayer domingo en El País, ha provocado indignación en las filas de la candidata e incluso entre neutrales. Cierto es que se trata de una indignación sorda por motivos tácticos porque no se quiere entrar al trapo. Llevar la iniciativa es importante y ese señuelo podría desviar la atención de lo verdaderamente importante. Pero han sido significativas las airadas reacciones tuiteras de personas como Jordi Sevilla y Javier Solana, este último especialmente por sus conocidas buenas relaciones con Rubalcaba.

En todo caso, poco puede extrañar que un diario como El País, cuyas afinidades hacia Rubalcaba son por todos conocidas, haya publicado una pieza de ese calibre. Quedan en el aire algunas preguntas. ¿Ve el equipo de Rubalcaba tan insegura la victoria de su candidato en el congreso del PSOE como para tener que recurrir, a seis días vista, a publicar algo que inevitablemente sabían que iba a resultar controvertido? ¿Recurrir a ello no es acaso dar muestras públicas de un nerviosismo que se puede interpretar como inseguridad en sus posibilidades de victoria? ¿No pensaron que podía tener, como está sucediendo en algunos sectores del partido, un efecto bumerán, es decir, contrario al mensajero? ¿No se habrá traspasado tal vez la frontera del "fair play" que unos y otros decían respetar?

Los nervios está a flor de piel, y los días de campaña interna que quedan pueden depararnos aún algunas sorpresas. Este fin de semana fueron los apoyos de Felipe González y Teresa Fernández de la Vega a Rubalcaba y Chacón respectivamente. Aún quedan importantes dirigentes del partido que no han manifestado su posición y cuya opinión podría hacer inclinar la balanza hacia uno u otra. Y sobre todo, por supuesto, los delegados que son quienes votan al secretario general.

lunes, 23 de enero de 2012

RUBALCABA, CHACÓN Y ¿LOS DEBATES DE IDEAS?

Los “congresillos” provinciales del PSOE durante este fin de semana han sacado a relucir lo complicado que resulta enviar al público un mensaje de normalidad cuando dos candidatos se encuentran en plena batalla por conseguir la elección como secretario general del partido. Los supuestos debates de ideas, en los que ambos candidatos han insistido durante la campaña, se estrellan cuando de lo que se trata al fin y al cabo –pragmatismo impera– es de alcanzar el poder, es decir, sumar más votos que el rival. La percepción generalizada de la opinión pública sigue siendo la del enfrentamiento entre líderes y no entre ideas.

La guerra de cifras acerca de la apropiación de delegados presuntamente más rubalcabistas o chaconistas es un botón de muestra más o una consecuencia. Aparecer con más fuerza que el rival o adversario genera percepciones en al menos tres niveles que hay que considerar: la militancia del partido, los propios delegados elegidos y la opinión pública en general. Como es sabido, quien realmente decide los destinos del partido en la elección son los delegados. Siendo como son, hasta el último momento, soberanos de su propia decisión y voto en el congreso de febrero, sobre ellos recaerán estas dos últimas semanas previas presiones de todo tipo, procedentes tanto de la militancia como de los medios de comunicación más afines y de los medios en general.

Y no olvidemos la sorpresa que un tal José Luis Rodríguez Zapatero dio en el año 2000 gracias a esa estrategia de ir amarrando y sumando votos hasta el último minuto. Cuando una elección está reñida, y este parece ser el caso, el dicho popular de “hasta el rabo todo es toro” tiene más vigencia que nunca. Entonces su discurso en el congreso, su célebre “no estamos tan mal” que chocó contra el pesimismo imperante en los mensajes del resto de los candidatos, pudo terminar de convencer a los últimos delegados indecisos. Puede que este año de nuevo las intervenciones de Rubalcaba y Chacón resulten decisivas, no tanto por el mensaje en sí, que tampoco puede diferir en exceso, como por su tono, por sus acentos, por su capacidad de convicción en definitiva.

FRAGA Y LA PRENSA

En el tardofranquismo era difícil ser periodista, director de un medio de comunicación o empresario de prensa y tener un buen concepto de Fraga. Buena parte de ellos sufrieron directa o indirectamente sus iras cuando ejerció como ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969: multas, sanciones, amenazas y otros peligros de similar género fueron moneda común, y se puede encontrar en los libros de historia, en los testimonios de los protagonistas e incluso veladamente en las propias memorias del recientemente fallecido político gallego.

Sin embargo, su Ley de Prensa e Imprenta de 1966, a pesar de los pesares, fue un relevante factor aperturista en la esclerotizada opinión pública de la época. También hay que reconocerlo. Se pudieron publicar noticias antes impensables y llevar al debate público ideas divergentes a las mantenidas por los gobiernos de la época. El diario Madrid, que ciertamente acabó pagando la osadía con su cierre en 1971, se opuso en un editorial en primera página a la designación del príncipe Juan Carlos como sucesor a título de Rey. Diario SP pidió la dimisión de los ministros económicos por el caso Matesa. Se entabló entre distintos periódicos un debate mucho más intenso y plural que el existente entre las élites políticas del régimen. Comenzó el llamado “parlamento de papel”, vigente hasta las primeras elecciones democráticas de junio de 1977.

Se han destacado sobradamente las luces y las sombras, que de todo hubo, en el quehacer y en el legado político de Manuel Fraga. Uno de los lastres que impedía el crecimiento de su Alianza Popular en los años ochenta procedía de su “mala prensa”, y tiene bastante que ver con esa relación entre él y los medios escritos en los años sesenta. El eslogan popular “Fraga, España no te traga” tenía esos episodios como uno de sus ingredientes.

Se olvida muchas veces, en cambio, el importante papel que desempeñó en la gestación del diario El País, al que la opinión pública de los primeros años setenta –mientras esperaba su aprobación gubernativa para salir a la calle– se refería a menudo como “el diario de Fraga” aunque no fuese su único iniciador. Pero consta la capacidad de convocatoria que tuvo para animar a personas de su entorno político para sumarse como accionistas al proyecto. Además, realizó gestiones personales ante el gobierno de Arias Navarro para permitir su edición, cosa que finalmente se logró en septiembre de 1975, a escasos dos meses de la muerte de Franco. Luego pudo alardear El País, una vez que se cumplieron las eufemísticas “previsiones sucesorias”, de ser un periódico que no debía nada al pasado. No era cierto. La línea política que luego siguió anduvo lejana de la de Fraga, que recibió en plena campaña electoral de 1977 un editorial tan poco complaciente para él y su Alianza Popular que escribió una réplica al periódico. Pero esto es ya otra historia.