miércoles, 23 de junio de 2010

In Memoriam. José María Ricarte, un libro hecho vida


Hace apenas tres semanas, un miércoles 2 de junio, comía con el profesor Ricarte en un restaurante de Barcelona. Se sentía en deuda conmigo, me dijo, porque le habíamos invitado tantas veces a comer en Pamplona y él, sin embargo, no había podido hacer lo mismo. Fue, como siempre, una conversación agradable, enriquecedora, de la que salí aprendiendo algo nuevo, lo que inevitablemente me ha pasado en los variados diálogos que he mantenido con él. Jamás pensé que iba a ser la última vez que le vería. Estaba él en plena forma, y nada hacía presagiar el episodio que ayer 22 de junio acabó con su vida. Hablamos de muchas cosas, pero recuerdo especialmente una: me confesó que iba a poner por escrito las últimas ideas que ha ido desgranando y enseñando en sus cinco años como profesor del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra. Dicho en otras palabras, que iba a escribir otro libro.

Esa obra no va a poder ver la luz, desgraciadamente. Pero su magisterio generosamente derramado sobre el centenar de alumnos del Máster que han pasado por sus manos sobrepasa con creces la eficacia de lo que ese libro podría haber condensado. Porque creo poder concluir con verdad que José María Ricarte era en sí mismo un libro abierto: sus pensamientos y sus argumentos tenían vida propia, surgían de una cabeza con fundamentos teóricos y humanísticos de gran profundidad al tiempo que se sustentaban sobre una larga y fructífera experiencia profesional.

He de confesar que el título de la materia que enseñaba no invitaba, de buenas a primeras, al optimismo en cuanto a sus resultados entre la joven audiencia: “Gestión creativa de la comunicación persuasiva”. Año tras año, sin embargo, demostraba el acierto de sus planteamientos. El abrumador plebiscito de las respuestas que he recibido de sus antiguos alumnos tras comunicarles su fallecimiento corroboran este éxito. José María Ricarte, gran hombre, gran sabio, comunicaba con pasión, se notaba que creía aquello que decía, que estaba firmemente convencido de su utilidad. Y eso que, como me escribió en el último correo electrónico que recibí de él, dos días después de nuestra comida barcelonesa, “aunque se dice que lo difícil es enseñar, lo verdaderamente difícil es aprender”. Porque además era un sabio profundamente humilde.

Pasados los momentos del dolor, del lógico impacto de una noticia inesperada, me considero un auténtico afortunado de haberle conocido en su momento de plenitud intelectual. He sido testigo de su talento, de su bonhomía, de su generosidad, de su disponibilidad tan sin límites que, como me escribió en otro correo el 8 de junio del año pasado, “ya sabes que mi horario de atención es non stop”. Los alumnos de la quinta promoción del MCPC le nombraron padrino. Un accidente doméstico le impidió venir a Pamplona a pronunciar la correspondiente lección magistral en el acto de graduación, pero la insistencia de sus ahijados lograron que admitiera ser grabado en vídeo y así todos le pudimos escuchar.

Hablando de cuál debía ser la conducta de los nuevos posgraduados, la resumió así: “Esa obligación que es aprender, se llama actitud. No puedo evitar recordarles qué es para mí la actitud y, sobre todo, la actitud creativa que no es otra cosa que la determinación de aprender de uno mismo (…) Y esto se logra, entre otros procedimientos (…), desarrollando y potenciando, al menos, tres habilidades cognitivas que les van a ser imprescindibles para asumir, condensar y digerir productivamente esos conocimientos. Esas tres habilidades son la fluidez, la flexibilidad y la sensibilidad. Curiosamente, esas tres habilidades son fundamentales en el aprendizaje del proceso de creación”.

Y continuaba su magisterio diciendo: “Ya han pasado los tiempos en que comunicar era sinónimo de improvisar. Comunicar, hoy, es pasar de la percepción actual a la percepción deseada. Decididamente, comunicar hoy, es persuadir. Que no es engañar, ni seducir, ni confundir. No. Persuadir tiene que ser hacerme saber que sabes. Es el conocimiento y la sabiduría lo que convence. Porque para un universitario, para una universitaria comunicar responsablemente es encontrar la respuesta a un problema de conocimiento”. Dinamita intelectual pura… y verdades como puños.

Sus consejos finales en aquella ocasión adquieren, con su marcha, una especial motivación: “Tienen todo su tiempo por delante. No lo desaprovechen. Llénenlo de conocimiento, de autenticidad, de sensibilidad”. Y concluyó con una frase final que ya se ha hecho mítica por su profundidad y su calidez humana: “Les deseo un pensamiento creativo y, a ser posible, feliz”.

Descanse en paz este hombre bueno y sabio que en apenas cinco años ha dejado una imborrable huella en nuestro MCPC.