domingo, 12 de septiembre de 2010
¿Tan mal estamos? Suspenso a los políticos
ABC: Directores que vienen y van
jueves, 1 de julio de 2010
La polémica del Estatut: editoriales altamente previsibles
Los grandes periódicos de Madrid y Barcelona, cada vez menos grandes por cierto y agárrense que ahora viene el temido verano para sus economías, no han presentado grandes novedades a la hora de comentar la largamente esperada sentencia del tribunal Constitucional sobre el ¿nuevo? Estatuto de Autonomía de Cataluña. Cada cual ha tirado por dónde solía y todos se han mantenido en sus más que previsibles posturas, con diferentes matices.
Dentro del bloque de los más críticos con el alcance del texto y más favorables a las posiciones del PP, La Razón ha sido el diario más comedido, mientras ABC, El Mundo y La Gaceta han subido más el tono. La Razón centró su discurso en la necesidad de acatar el fallo, algo en lo que coincide, por ejemplo, con El País aunque sus análisis sean divergentes. El Mundo utiliza palabras de más grueso calibre y habla de “apaño” político de última hora y de “chapuza” jurídica. ABC, por su parte, acusa a Zapatero de “frivolidad” en su “aventura confederal”, al igual que La Gaceta.
“La sentencia se queda corta”, dice ABC; es “acomodaticia” o un mero “retoque”, según La Gaceta. En esto último coincide El País, pero viéndolo de forma favorable: “el fondo del texto parece escasamente modificado y hace desaparecer los peores augurios de una gran recorte”, parece concluir aliviado. Pero esos recortes –que significan una revisión “a la baja” del Estatut de 2006 según El Periódico de Catalunya– dejan, en opinión de La Vanguardia, “un sabor muy agridulce en la sociedad catalana”. Opiniones, pues, para todos los gustos.
El País prefiere ver la botella medio llena, es decir, los aspectos positivos que la sentencia tiene incluso para los nacionalistas catalanes, que deberían poder asumirla. Pero tanto La Vanguardia como El Periódico se muestran entre desconfiados, remisos y defraudados. Para ellos, el Constitucional rompe el “pacto” entre España y Cataluña y torna más difícil sus relaciones. No obstante, como periódicos de orden, apelan a la necesidad de retomar el entendimiento, que no exime de la presión democrática que debe ejercerse.
Cuatro son, según creo, los puntos fundamentales del análisis político que los principales medios realizan de la noticia: la naturaleza del Estatut, a quiénes se apunta como culpables, quiénes son los vencedores o vencidos, y cuáles pueden ser las consecuencias futuras.
Aparece de forma muy nítida que los dos diarios catalanes hablan del Estatut como un pacto entre Cataluña y España. La palabra clave es “pacto” y el trasfondo, aunque no se mencione explícitamente, la bilateralidad de esas relaciones. No participan de ese mismo análisis el resto de los diarios madrileños. El “pacto” bilateral es lo que ya el PNV intentó consagrar, y no lo consiguió, durante la gestación de la Constitución de 1978. El fondo de este debate es doctrinal y se refiere al modelo de Estado. Si se admite la bilateralidad, lo que se pone en discusión es el modelo autonómico porque se pretendería ir hacia otro confederal. Las posturas están aquí muy divididas. ¿Debe haber diecisiete “pactos” para cada una de las diecisiete comunidades autónomas? En el caso catalán se está debatiendo algo más que el futuro de Cataluña.
En el ámbito de los culpables de la situación casi todos apuntan, como es lógico, en primer lugar, al propio Tribunal Constitucional con sus demoras, sus litigios internos y su deteriorada reputación. ABC apunta en el título de su editorial (“Zapatero, ante su último fracaso”) al presidente del Gobierno, al igual que La Gaceta, que señala que fue él quien “dio alas al Estatut”. Pero también lo hace La Vanguardia, que lo acusa de actuar “movido por razones prioritariamente tácticas”, y desconociendo “la realidad profunda de Catalunya”. El Periódico se muestra más condescendiente y no le ataca. El PP es también objeto de alguna crítica, especialmente en este último diario, pero ABC defiende su actuación, a través del recurso, como “un servicio al Estado”. Con parecidos argumentos defiende La Razón la posición de los populares.
Como dice el editorial de El Mundo, “los líderes políticos quisieron transmitir ayer a la sociedad sensaciones de vencedores y vencidos y de contumacia en la pelea”. A ninguno de ellos le da plena razón. Para los diarios catalanes, el Estatut ha sido frenado, pese a lo cual, en línea con las declaraciones hechas desde Moncloa, El Periódico señala explícitamente que “el PP no ha ganado”. La Vanguardia se preocupa, como El País, por señalar los puntos en que el Estatut no ha sido apenas tocado, como en el caso de la lengua. Quienes señalan a Zapatero como culpable, evidentemente también lo muestran como uno de los vencidos, pero también el presidente catalán Montilla aparece como uno de los damnificados por la nueva situación creada.
En todo caso, prácticamente todos están de acuerdo, en el terreno de las consecuencias, de los complicados tiempos que nos aguardan. El Mundo augura “un período de elevada conflictividad” y señala que “España sale debilitada”. La Vanguardia afirma que “años de pleitos nos aguardan”. ABC apunta que “hay dos opciones: o meter a Cataluña es un proceso de insubordinación constitucional, o abrir un período de recomposición del Estado autonómico”. El Periódico junta filas con Montilla en su respuesta y apela, como El País, a la responsabilidad de las instituciones. Claro que, si bien El País intenta que la sentencia no se convierta en “argumento electoral” por parte de unos y de otros, la solución que pide La Vanguardia es la contraria. “Que hablen las urnas”, titula su editorial, y de hecho termina con esa petición de elecciones: “nada justifica una demora táctica ante un otoño fatídico”, dice. Y concluye: “Que el pueblo dicte sentencia”.
miércoles, 23 de junio de 2010
In Memoriam. José María Ricarte, un libro hecho vida
Hace apenas tres semanas, un miércoles 2 de junio, comía con el profesor Ricarte en un restaurante de Barcelona. Se sentía en deuda conmigo, me dijo, porque le habíamos invitado tantas veces a comer en Pamplona y él, sin embargo, no había podido hacer lo mismo. Fue, como siempre, una conversación agradable, enriquecedora, de la que salí aprendiendo algo nuevo, lo que inevitablemente me ha pasado en los variados diálogos que he mantenido con él. Jamás pensé que iba a ser la última vez que le vería. Estaba él en plena forma, y nada hacía presagiar el episodio que ayer 22 de junio acabó con su vida. Hablamos de muchas cosas, pero recuerdo especialmente una: me confesó que iba a poner por escrito las últimas ideas que ha ido desgranando y enseñando en sus cinco años como profesor del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra. Dicho en otras palabras, que iba a escribir otro libro.
Esa obra no va a poder ver la luz, desgraciadamente. Pero su magisterio generosamente derramado sobre el centenar de alumnos del Máster que han pasado por sus manos sobrepasa con creces la eficacia de lo que ese libro podría haber condensado. Porque creo poder concluir con verdad que José María Ricarte era en sí mismo un libro abierto: sus pensamientos y sus argumentos tenían vida propia, surgían de una cabeza con fundamentos teóricos y humanísticos de gran profundidad al tiempo que se sustentaban sobre una larga y fructífera experiencia profesional.
He de confesar que el título de la materia que enseñaba no invitaba, de buenas a primeras, al optimismo en cuanto a sus resultados entre la joven audiencia: “Gestión creativa de la comunicación persuasiva”. Año tras año, sin embargo, demostraba el acierto de sus planteamientos. El abrumador plebiscito de las respuestas que he recibido de sus antiguos alumnos tras comunicarles su fallecimiento corroboran este éxito. José María Ricarte, gran hombre, gran sabio, comunicaba con pasión, se notaba que creía aquello que decía, que estaba firmemente convencido de su utilidad. Y eso que, como me escribió en el último correo electrónico que recibí de él, dos días después de nuestra comida barcelonesa, “aunque se dice que lo difícil es enseñar, lo verdaderamente difícil es aprender”. Porque además era un sabio profundamente humilde.
Pasados los momentos del dolor, del lógico impacto de una noticia inesperada, me considero un auténtico afortunado de haberle conocido en su momento de plenitud intelectual. He sido testigo de su talento, de su bonhomía, de su generosidad, de su disponibilidad tan sin límites que, como me escribió en otro correo el 8 de junio del año pasado, “ya sabes que mi horario de atención es non stop”. Los alumnos de la quinta promoción del MCPC le nombraron padrino. Un accidente doméstico le impidió venir a Pamplona a pronunciar la correspondiente lección magistral en el acto de graduación, pero la insistencia de sus ahijados lograron que admitiera ser grabado en vídeo y así todos le pudimos escuchar.
Hablando de cuál debía ser la conducta de los nuevos posgraduados, la resumió así: “Esa obligación que es aprender, se llama actitud. No puedo evitar recordarles qué es para mí la actitud y, sobre todo, la actitud creativa que no es otra cosa que la determinación de aprender de uno mismo (…) Y esto se logra, entre otros procedimientos (…), desarrollando y potenciando, al menos, tres habilidades cognitivas que les van a ser imprescindibles para asumir, condensar y digerir productivamente esos conocimientos. Esas tres habilidades son la fluidez, la flexibilidad y la sensibilidad. Curiosamente, esas tres habilidades son fundamentales en el aprendizaje del proceso de creación”.
Y continuaba su magisterio diciendo: “Ya han pasado los tiempos en que comunicar era sinónimo de improvisar. Comunicar, hoy, es pasar de la percepción actual a la percepción deseada. Decididamente, comunicar hoy, es persuadir. Que no es engañar, ni seducir, ni confundir. No. Persuadir tiene que ser hacerme saber que sabes. Es el conocimiento y la sabiduría lo que convence. Porque para un universitario, para una universitaria comunicar responsablemente es encontrar la respuesta a un problema de conocimiento”. Dinamita intelectual pura… y verdades como puños.
Sus consejos finales en aquella ocasión adquieren, con su marcha, una especial motivación: “Tienen todo su tiempo por delante. No lo desaprovechen. Llénenlo de conocimiento, de autenticidad, de sensibilidad”. Y concluyó con una frase final que ya se ha hecho mítica por su profundidad y su calidez humana: “Les deseo un pensamiento creativo y, a ser posible, feliz”.
Descanse en paz este hombre bueno y sabio que en apenas cinco años ha dejado una imborrable huella en nuestro MCPC.