lunes, 23 de enero de 2012

FRAGA Y LA PRENSA

En el tardofranquismo era difícil ser periodista, director de un medio de comunicación o empresario de prensa y tener un buen concepto de Fraga. Buena parte de ellos sufrieron directa o indirectamente sus iras cuando ejerció como ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969: multas, sanciones, amenazas y otros peligros de similar género fueron moneda común, y se puede encontrar en los libros de historia, en los testimonios de los protagonistas e incluso veladamente en las propias memorias del recientemente fallecido político gallego.

Sin embargo, su Ley de Prensa e Imprenta de 1966, a pesar de los pesares, fue un relevante factor aperturista en la esclerotizada opinión pública de la época. También hay que reconocerlo. Se pudieron publicar noticias antes impensables y llevar al debate público ideas divergentes a las mantenidas por los gobiernos de la época. El diario Madrid, que ciertamente acabó pagando la osadía con su cierre en 1971, se opuso en un editorial en primera página a la designación del príncipe Juan Carlos como sucesor a título de Rey. Diario SP pidió la dimisión de los ministros económicos por el caso Matesa. Se entabló entre distintos periódicos un debate mucho más intenso y plural que el existente entre las élites políticas del régimen. Comenzó el llamado “parlamento de papel”, vigente hasta las primeras elecciones democráticas de junio de 1977.

Se han destacado sobradamente las luces y las sombras, que de todo hubo, en el quehacer y en el legado político de Manuel Fraga. Uno de los lastres que impedía el crecimiento de su Alianza Popular en los años ochenta procedía de su “mala prensa”, y tiene bastante que ver con esa relación entre él y los medios escritos en los años sesenta. El eslogan popular “Fraga, España no te traga” tenía esos episodios como uno de sus ingredientes.

Se olvida muchas veces, en cambio, el importante papel que desempeñó en la gestación del diario El País, al que la opinión pública de los primeros años setenta –mientras esperaba su aprobación gubernativa para salir a la calle– se refería a menudo como “el diario de Fraga” aunque no fuese su único iniciador. Pero consta la capacidad de convocatoria que tuvo para animar a personas de su entorno político para sumarse como accionistas al proyecto. Además, realizó gestiones personales ante el gobierno de Arias Navarro para permitir su edición, cosa que finalmente se logró en septiembre de 1975, a escasos dos meses de la muerte de Franco. Luego pudo alardear El País, una vez que se cumplieron las eufemísticas “previsiones sucesorias”, de ser un periódico que no debía nada al pasado. No era cierto. La línea política que luego siguió anduvo lejana de la de Fraga, que recibió en plena campaña electoral de 1977 un editorial tan poco complaciente para él y su Alianza Popular que escribió una réplica al periódico. Pero esto es ya otra historia.

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